Estos son los devaneos etílicos, por lo general absurdamente egocéntricos y autocomplacientes, de un técnico de sonido malagueño.

Ya que entras, tráeme una birra.

29.11.08

Bunbury De Luxe (El concierto)

Me encanta haber creado (...recreado) este blog en una circunstancia y época muy concreta. Lo digo porque justo unos días más tarde (anoche, sin ir más lejos) tuve la oportunidad de viajar a Atarfe (Granada). Motivo: asistir al nuevo espectáculo en vivo de, posiblemente, uno de mis músicos favoritos: Enrique Bunbury.

Entiendo, queridos lectores, que tal y como ocurre en el resto del mundo, a ustedes el artista de Zaragoza no les es indiferente... o lo aman casi con pasión, o lo aborrecen hasta las entrañas... y no se desengañen, seguirá siendo así. Este histriónico personaje (al que no pocos han definido ya como el "Raphael del S. XXI", aunque, como bien matiza mi amigo Javi, tiene muchos más ramalazos del Bowie setentero) continúa dando rienda suelta a su collage auditivo-compositivo-visual, tras hacernos visitar, a través de su discografía, las más bajas pasiones humanas en ambientes tan dispares y decadentes como el cabaret, el circo o el boxeo.

En esta ocasión nos lleva directos a su infierno particular, a una sulfúrica explosión de rock'n'roll concebida en los rescoldos de su alma. El alma de un rockero que ya está de vuelta, que ha aprendido de sí mismo y del mundo, mucho más que en su época dorada con Héroes. Y eso se nota tanto en sus letras, como en su concepción en la producción musical, como, por supuesto, a la hora de invitar a su público en directo a entrar a sus aposentos, a entrar en Hellville. Recordemos, por cierto, que ése es el nombre de la casa-estudio que el artista tiene en el Puerto de Santa María.

Sin embargo, al infierno de ayer se le debieron de estropear las calderas, desde un punto de vista meramente físico, ya que ni la temperatura ni la meteorología acompañaron a los cientos de seguidores que se agolparon a las puertas del Coliseum de Atarfe (que viene a ser básicamente su plaza de toros cubierta en un alarde de multifuncionalidad, ya que por lo que pude ver, incluso se representan obras teatrales). Los "ensayos" (más bien la puesta a punto del sonido) estuvieron llevándose a cabo hasta las 8 y pico de la tarde, por lo que el público vio todo un paraíso en la entrada, y en las dos horas de espera que aún quedaban, en lo que se prometía como una estancia tibia y agradable en el interior del recinto.

El concierto comenzó con una puntualidad británica; a las 10 en punto se extinguieron las luces, y comenzaron a sonar los primeros compases de batería, en la ejecución del brillante Ramón Gacías (el único músico de su nuevo concepto grupal que ha soportado y sobrevivido los vaivenes del "huracán ambulante" que acompañaba a Bunbury desde su disco "Pequeño"). Se trataba de su ya casi seña de identidad en concierto, desde que comenzase a sonar allá en los tiempos de "Flamingos": Bunbury nos daba la bienvenida a su "Club de los imposibles", ahora emplazado en mitad del salón de su Hellville.

Sinceramente, era complicado acostumbrar los ojos a no ver entre los ejecutantes a rostros que ya se nos habían tornado tan familiares durante estos últimos siete años... imposible dejar de buscar, inconscientemente, con la mirada, a Del Morán, a Rafa Domínguez o a Copi... Era el momento, sin embargo, de dejar claro quiénes y por qué estaban allí. La mayoría, por cierto, descendían directamente de ese hijo bastardo que Bunbury había tenido hacía un año con Nacho Vegas, "El tiempo de las cerezas". Así que nos encontramos con un nuevo plantel de verdaderos virtuosos: el toque ecléctico y divertido de Álvaro Suite, la complicidad y precisión de Jordi Mena (estos dos últimos, a las guitarras), la sobriedad "indie" del bajista Robert Castellanos, el apasionado maestro Jorge Rebenaque a los teclados, y la ya familiar profesionalidad hecha percusión del mencionado Ramón Gacías.

Pero no desviemos la atención, la música ya se ha hecho la reina en el Coliseum de Atarfe, y Bunbury decide en ese momento hacer uno de los cuatro guiños que pudieron escucharse sobre su "Viaje a ninguna parte", se trataba de "La señorita hermafrodita". La banda ya tenía al público en el bolsillo cuando en su tercera intervención decidieron, al fin, disparar dos de los más populares estribillos del último trabajo del músico maño: "Hay muy poca gente" y "Bujías para el dolor". Y tras mostrarnos hacia dónde se dirigen, es el momento de dejarnos claro de dónde vienen: "No fue bueno, pero fue lo mejor", herencia directa de su colaboración con Vegas. Primeros minutos intimistas de la noche, en el que aprovecharon para realizar un cambio de escenografía. El telón rojo de fondo y las lámparas superiores no nos dejaban lugar a la duda: al fin estábamos en el salón de Hellville.

"Sólo si me perdonas" (tema al que aportaron un infernal pero placentero cambio de velocidad) fue la primera revisitación a su mítico "Pequeño", en lo que parecía una verdadera historia contada... de la súplica, al grito desgarrado de "Sácame de aquí". Volvemos a los nuevos temas con "Si no fuera por ti", y a continuación, uno de los grandes himnos de los directos de Bunbury: "El extranjero". Posiblemente, uno de los temas más coreados.

Seguidamente, la única referencia que se hizo al polémico disco de colaboración "Bushido": "Desmejorado" (himno, por cierto, de la última vuelta de Raphael a los estudios de grabación). Volvemos al hogar del Puerto de Santa María para corear "Porque las cosas cambian", un entretenido y cercano medio tiempo, a caballo entre el swing y el reggae... que suena de "cumbia madre". De ahí al rhythm 'n blues de la revisitación a otro clásico: "Infinito". "El hombre delgado que no flaqueará jamás" se hacía un homenaje a sí mismo (aparte de hacérselo a Pedro Casariego) sobre el escenario, y justo después, nos deleitaba con los compases de "", tema del genial Adrià Puntí.

Llegó el momento de "El rescate", un tema no demasiado pródigo para conciertos, aunque el público, precisamente por eso, lo recibió con sorpresa y cariño. Tres ello, era la hora de lanzar un órdago imparable, una declaración de principios intachable, que ya ondearía nuestro aragonés con Héroes del Silencio, y que no ha perdido, desde entonces, ni un ápice de solidez: "Apuesta por el Rock 'n Roll". "Lady Blue", en un tempo ligeramente superior, pondría la guinda a la primera parte del que estaba siendo uno de los mejores directos bunburianos a los que he tenido la suerte de asistir.

El primer bis comenzó con un tema por el que no pasan en absoluto los años, "Alicia (expulsada al país de las maravillas)", única referencia en todo el concierto al primer disco de Bunbury. Tras ello, un nuevo salto nos devolvía a las tonadas de la última visita a los estudios: "El porqué de tus silencios", maravilloso pop, claro y directo, sin grandes pretensiones musicales, pero con una letra cercana y amable, como hacía tiempo que no encontrábamos en las creaciones del músico zaragozano. Y con unos slides de guitarra que le aportan un aire paradisíaco/hawaiiano muy fresco(mención aquí para los bailes de mi amigo Javi durante el estribillo...). Terminaría este bis con "El viento a favor", coronado por una intro a base de algunas frases del tema "Una canción triste". Tras esto, un nuevo respiro, para aguardar la última salida de la formación.

Para terminar de deleitarnos, volvemos a aquel "Viaje a ninguna parte" para escuchar "No me llames cariño", con un final al más puro estilo dub, alargando ritmos, jugando con sutiles matices musicales, y asistiendo a uno de los más teatrales momentos de nuestro anfitrión, incluida referencia final al tema "One, two, three". Llegando ya casi al punto final, un poco de "música peruana", tal y como la definió el mismo Bunbury: "Canto (el mismo dolor)", y, por último, "...y al final", el sentido vals al que nos tiene ya acostumbrados el maño para cerrar sus actuaciones. Ovación final, despedida y cierre.

Bunbury se lo pasó jodidamente bien, seamos sinceros, a pesar de la maldita temperatura. El calor de un público entregado (y sorprendido) fue la combustión que precisó la banda para hacerse más y más grande a medida que las piezas musicales iban desfilando. Mención a un par de errores de Álvaro Suite al comenzar alguna canción (con mirada de Bunbury incluída, mitad severa y mitad divertida, en plan "qué coño haces, estás loco"), y al chupito de Santa Teresa que se metió nuestro anfitrión para entrar en calor.

Tampoco podemos obviar su pequeña intervención "humorística"... y es que, lo pretenda o no, Bunbury siempre nos brinda alguna perla de la que solemos hacer comidilla, al menos hasta la siguiente actuación a la que asistimos. En esta ocasión, Bunbury está a punto de disertar sobre su siguiente tema (era "Infinito"), cuando atiende a las voces de sus compañeros de escenario. A continuación, se da el siguiente monólogo:

"Me dicen que diga que soy negro... y sí, en realidad soy bastante negro... Soy como Michael Jackson, pero al revés. Me estoy volviendo bastante morenito con los años, ustedes podrían comprobarlo, si no fuera por este puto foco... si me desnudara, se acabarían de convencer".

Tras este desvarío, evidentemente enlazó su referencia racial a los comienzos de la música contemporánea, albores con los que siempre se sintió muy identificado.

Nada más. Balance: sobresaliente en espectáculo y dedicación. El frío mereció la pena. Para próximos días prometo un exhaustivo análisis de "Hellville De Luxe" desde el primer al último tema. ¿Faltó algo? Bueno, aparte de que nuestra posición no era la idónea para disfrutar sonoramente del espectáculo (en el centro, a cuatro metros del escenario, la zona más susceptible a cancelaciones de fase), no nos sentimos carentes de ninguna otra cosa (quizás de una buena cerveza...). Bueno, seamos sinceros, nos quedamos con las ganas de "Irremediablemente cotidiano"...

¡Saludos!

2 comentarios:

Sergio Martín dijo...

Te podrías haber recreado un poquito mas CABRON!

Pedro Jiménez dijo...

Te ha parecido poco???? O estás tirando de ironía?? :P

Por cierto, sólo habían camisetas y pósters. La crisis llega hasta nuestro ídolos...